Verano pirata 2017
Llegamos a tierra en nuestro bergantín. Un tiempo perfecto nos esperaba en Isla Toboso, donde nos dirigimos a conocer nuestro hospedaje.
Aprendimos nuestros nombres escritos en runas de las tribus locales y degustamos los manjares que nos ofrecieron, como es tradición. Aún teníamos mucho que saber sobre aquella tierra y sobre la enorme tripulación con la que compartiríamos este viaje.
Pronto nos vimos envueltos en una aventura difícil de explicar con palabras:
Acudimos al rescate de Elisabeth y superamos muchas pruebas, como cruzar estrechos puentes colgantes o luchar contra tres embarcaciones enemigas. También aprendimos a utilizar la brújula para guiar nuestro camino, interpretar mapas de navegación o encontrar el tesoro y gastarlo en el casino más cercano.
Entre tanta batalla dedicábamos un rato al día a relajarnos tomando un baño en las aguas cristalinas del Caribe. Y conocimos a una tribu de indígenas que nos enseñó un antiguo ritual de relajación que hacían antes de irse a dormir.
Después de un tiempo en el barco, comenzaron a surgir pequeñas revueltas entre la tripulación, cómo es normal. Esa noche tuvimos una asamblea pirata en la que tratamos distintos temas y situaciones para mejorar nuestra convivencia en el barco. Y aprendimos como dar un abrazo pirata.
Aunque cada día nuestro cansancio aumentaba un poquito, lo hacía mucho más la sensación de alegría y magia que nos regalaba este viaje. Y aunque estaba a punto de terminar, pusimos el barco a punto entre todos y nos despedimos con los ojos llenos de lágrimas y la satisfacción de haber vivido una increíble experiencia.
Disculpe, el formulario para comentarios está bloqueado en este momento.